28 ago 2015

Albania: donde la Iglesia aún se estrena



 Albania tiene suerte, porque de entre los 10 misioneros españoles que allí viven, dos somos de la diócesis de Astorga. Pilar López, franciscana estigmatina, fue una de las pioneras cuando cayó la atroz dictadura comunista-ateísta. Ella pudo ver un país totalmente deprimido, pobre y sin apenas coches.
La miseria reinaba en esta nación olvidada de todos, a la que su dictador sometió al más terrible de los aislamientos. Ni siquiera se podía cambiar libremente de pueblo. Ni siquiera se podía creer en Dios, porque estaba prohibido por la constitución.
Su congregación posee a la única mártir mujer del odio a la fe que marcó el inicio del comunismo en Albania. Y ella, nuestra Pilar, tiene la suerte de vivir cerca de su sepulcro, en la capital católica del país, la ciudad de Shkodër.
Albania está al lado de esa Macedonia que ahora sale en los telediarios, porque recibe miles de inmigrantes procedentes de países árabes, camino de Alemania. Nuestro país también se desangra, perdiendo cada día miles de jóvenes, que de forma ilegal buscan un futuro mejor en Alemania, Gran Bretaña o América. Porque Albania es un país muy joven, pero más de la mitad de la población no tiene empleo, y vive sin luz y agua corriente. Aunque geográficamente estamos en Europa, realmente estamos en otra galaxia.

Casi podría decirse que la Iglesia católica tiene poco más de 20 años. Antes, fueron destruidas todas las iglesias y desaparecieron los sacerdotes. Durante más de 40 años, los padres no transmitieron la fe a sus hijos por temor a que éstos los delataran ante la policía y los condenaran a muerte. Algunos, cada domingo, desenterraban sus cruces o cuadros, los besaban, y los volvían a enterrar. Y así celebraban el domingo, el día del Señor.
Esos católicos, el 10% de la población, son los que ahora cuidamos los misioneros que estamos en Albania. A las iglesias sólo acuden los muy mayores –los que antes conocieron iglesias y curas- y los muy jóvenes. Los educados en el tiempo de la dictadura continúan viviendo su fe sin Iglesia, sin sacramentos, sin sacerdotes, sin comunidad. Es difícil cambiar. Pero la Iglesia se estrena cada día en las celebraciones, en las que participan mayoritariamente niños, adolescentes y jóvenes. Estamos aun comenzando, evangelizando, creando la comunidad, iniciando en la fe. Pero este nuevo comienzo es sin duda una resurrección, después de que la fe se haya podrido como el grano de trigo en la tierra, con Jesús Crucificado. 
Laureano Del Otero Sevillano CSSR
Misionero Redentorista de Albania



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