23 ene 2013

CARISMA Y BREVE HISTORIA DE INFANCIA MISIONERA


INFANCIA MISIONERA

1. Los prolegómenos

La Obra de la Santa Infancia nació en Francia, el 9 de mayo de 1843, después de un largo periodo de reflexión durante el cual el Fundador,
Mons. Charles de Forbin-Janson, vivió la pasión por la salvación de los niños chinos, destinados, por la pobreza y la ignorancia, a morir sin recibir
el bautismo.

El deseo del Fundador era el de ir a China. Cuidaba mucho las relaciones con los misioneros que habían partido a China, y a través de ellos llegó a conocer las tristes situaciones de los niños que pertenecían a familias pobres o en dificultad. Los niños, apenas nacidos, eran eliminados, de manera especial si eran niñas y si tenían algún defecto.

El Obispo se tomó a pecho el problema de los niños chinos y comenzó una obra de sensibilización. Habló largamente con Pauline Jaricot, que se mostró dispuesta a apoyar la iniciativa. Desde el principio Mons.
de Forbin-Janson encontró muchas dificultades para transmitir la idea de instituir una nueva Obra Misionera, porque en Francia existían ya numerosas fundaciones de Institutos Misioneros, y podía parecer que la
de Forbin-Janson hacía la competencia.


2. La novedad

El Obispo llamó la atención de los niños sobre la situación de otros niños en China y les pidió la disponibilidad para ayudar a la Iglesia a salvar a los pequeños que morían sin recibir el bautismo.
• un Avemaría al día
• una perra chica al mes

Ha pasado a la historia el relato que se refiere a un niño de 8 años de la diócesis de Bordeaux. El párroco había hablado de la necesidad de orar y de dar una oferta para salvar a los niños chinos. El pequeño oyente,
volviendo a casa, dijo a la mamá:
- Tenemos que ayudar a los niños de la China.
- Sí, respondió la mujer, pero nosotros somos muy pobres y no
tenemos dinero.
- Sí, dijo el pequeño, nuestro dinero está ahí.
Y apuntó el dedo a los ahorros de la familia.
- Hijo mío, es el dinero del pan. ¡Nosotros nos quedamos sin pan!
- ¿Cómo, respondió el pequeño, puede llegar a faltar el pan cuando
se da por el amor de Dios?

3. Carisma fundacional

Forbin-Janson: «El nacimiento de Jesús, hijo de Dios e hijo del hombre, pareció consagrar ya la primera edad de la vida, haciendo a la infancia amable, iluminado por el dulce reflejo de su misma gloria, y muy pronto, un nuevo lenguaje de enseñanzas y de ejemplos quitarán toda duda sobre la voluntad formal de dar a la infancia los derechos negados y, más aún, de añadir privilegios».
Estaba convencido de que la debilidad de la infancia, tiempo de silencio y de soledad, ha sido divinizada por Jesús y se ha convertido en fuente de gracia para todos, sobre todo para los niños y para los que se hacen como ellos.
Según el carisma de la Santa Infancia, el camino formativo debe dar a los niños una conciencia nueva. Los pequeños son depositarios de la gracia bautismal, en la cual se encuentra la plenitud del Espíritu. El bautismo
es un don gratuito que pertenece al individuo, pero la abundancia de la gracia que se deriva de él pertenece a la universalidad de los hermanos, a los que nos une la misma paternidad de Dios.

4. Los objetivos

1. «Arrancar a la muerte una multitud de niños..., abrir el cielo al mayor número posible de estos niños, sobre todo a través del bautismo.
2. Preparar la regeneración de las naciones que tienen otros cultos dando una educación cristiana a los niños.
3. Hacer de estos niños un instrumento de salvación como maestros, catequistas, médicos, sacerdotes, misioneros.
4. Los niños de Europa y de América que salgan al encuentro de las necesidades de los niños de Asia y de África, obtendrán grandes resultados».

Desde su nacimiento, la Santa Infancia se configuró como un itinerario de fe que, llevando la misión al corazón de los pequeños, les hacía descubrir la alegría de servir a los hermanos. Este compromiso misionero de los niños no era a sentido único: las oraciones, los sacrificios, la simpatía de los niños europeos son correspondidos con las oraciones, los sacrificios, la simpatía y, a veces el testimonio del martirio, de los niños chinos.

5. El lema

“Los niños ayudan a los niños” realizó una revolución copernicana en campo apostólico. Por primera vez los pequeños actuaban en la Iglesia como protagonistas de pastoral, y se demostraron protagonistas humildes, sencillos, pero también creativos y valientes.

6. Sus inicios

Los niños, hasta ese momento, eran considerados beneficiarios de la misión y destinatarios del anuncio, y, de pronto y manera imprevista, se convirtieron en protagonistas convencidos y determinados. Se constata
una gran acogida por parte de los niños que desean tomar parte activa en la misión.
Desde los primeros meses de la fundación, la Comunidad cristiana tomó conciencia de la fuerza misionera de los niños, en los cuales se manifestaba una presencia particular del Espíritu.
El protagonismo misionero de los niños fue, efectivamente, un punto sin vuelta atrás de la historia de la Iglesia. Por la Historia de la Salvación sabemos que a los pequeños nunca les ha sido confiado un papel de
responsabilidad pastoral. Con Cristo, el niño se ha convertido en el punto de partida y de llegada del nuevo Reino. Muy a menudo, el Reino que Jesús describe en las parábolas evangélicas se compara a algo muy
pequeño que llegará a ser muy grande: la semilla de mostaza, el grano de trigo, una pizca de levadura.

7. Primeros pasos.

Desde el primer momento la Obra entró en el corazón de los Obispos y de los Sacerdotes y tuvo un gran desarrollo. Después del primer año de fundación, ya estaba presente en 65 Diócesis.
En diciembre de 1843, Mons. de Forbin-Janson escribió en una de sus cartas informativas que la Santa Infancia estaba ya activa en Francia, Bélgica, Holanda, Suiza, Italia, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá.

Al Fundador le fue concedido ver solamente los inicios de esta Obra, porque, después de un año de trabajo intenso, Dios lo llamó a Él, y la Santa Infancia se quedó como Obra de Dios, confiada a la Iglesia. Pero le
dio tiempo de enviar a los Vicarios Apostólicos de la China los primeros 3.500 francos, fruto de la caridad de los pequeños, para bautizar a los niños.

El mérito de la rápida difusión de la Santa Infancia hay que atribuirlo, seguramente, al gran celo de los Obispos y los Sacerdotes, pero el crecimiento numérico y, sobre todo, la implicación afectiva de los niños,
hay que atribuirlo al compromiso de las Celadoras, laicas y religiosas, que animaban a los niños y sensibilizaban a las familias

Cada familia hacía lo posible por inscribir a sus propios hijos en la Santa Infancia en el día del bautismo, dando una oferta para que otro niño u otra niña pudiera recibir la gracia del bautismo. Era una bendición para los niños y un empeño educativo para la familia. También la pequeña Teresa Martín, antes de ser Carmelita y patrona de las misiones, a los 9 años, el 12 de enero de 1889, fue inscrita en la Santa Infancia.

8. Nacimiento en España

El 20 de octubre de 1852 el Cardenal Bonel y Orbe, Arzobispo de Toledo, escribe a la Reina Isabel II solicitando la aprobación de las Constituciones o Estatutos para la instauración de la Asociación de la Santa Infancia en España. La respuesta de la Reina accediendo a la petición está fechada el 22 de noviembre del mismo año. Se inscribe como primera asociada Su Alteza Real la Infanta Princesa de Asturias.

9. Objetivos de la Obra Pontificia IM

1. Colaborar con padres y educadores en el despertar progresivo de la conciencia misionera universal en los niños.
2. Ayudar a los niños a desarrollar su protagonismo misionero.
3. Mover a los niños a compartir la fe y los medios materiales, especialmente con los niños de las regiones y de las Iglesias más necesitadas.
4. Integrarse en la pastoral de conjunto de la educación cristiana, a la que aportará la dimensión misionera de la fe.

10. Ecos de futuro.

Con la Obra de la Santa Infancia, el Obispo de Nancy devuelve a los niños un lugar privilegiado de santificación: la infancia del Hijo de Dios. La misión les hace conscientes; el ámbito espiritual de su crecimiento se desarrolla a partir del Sacramento del Bautismo y del de la Eucaristía. En el primero,
los niños sacan el agua de la fuente de la gracia y la comparten con los hermanos. En el segundo, se alimentan del don eucarístico y se convierten en Pan partido para sus coetáneos menos favorecidos.

El pequeño Camino de Teresa Martin es el ejemplo más elocuente.
A la Iglesia adulta le corresponde la tarea de hacerse compañera de camino de los niños sobre esta estela de luz, de manera que la fe de los pequeños llegue a ser misión en la cotidianeidad. La misión de la Santa Infancia se realiza con pequeños gestos, con pensamientos de paz, por medio de actitudes fraternas, en el juego, el trabajo, la oración, la contemplación del Rostro de Dios que refleja el rostro de los hermanos
lejanos.
Los Niños ayudan a los Niños y, juntos, caminan con Jesús hacia el Padre.

11. Infancia Misionera, escuela de valores y virtudes.

• Sensibilización: es el primer peldaño de la educación misionera; actúa sobre la emotividad de los pequeños. Se le informa de los problemas y les invita a asumir determinados compromisos.
• Conocimiento: el niño tiene necesidad de informaciones correctas y amplias sobre las situaciones religiosas, sociales, económicas.
Quiere saber. Las necesidades de los niños en el mundo no son entidades abstractas, sino geográficamente demostrables, numéricamente calculadas.
• Educación: Es el paso de los conocimientos racionales al empeño personal. Los conocimientos deben descender desde la mente al corazón y cambiar el estilo de vida de la persona: para responder a las necesidades de la misión debemos entregar nuestro tiempo, la oración, la afectividad, la simpatía, nuestras cosas, nuestra vida.
• Solidaridad: toda clase de intervención educativa debe tener como horizonte la solidaridad, y, en lo que nos concierne, la caridad cristiana. No se trata de un simple solidarismo humano y social, sino fuertemente religioso porque está enraizado en el compromiso bautismal.
• Comunión: la misión no está hecha por navegantes solitarios. Todo gesto misionero es un gesto de eclesialidad. No es solamente promoción humana, sino anuncio de la Buena Nueva de cuyo contenido es responsable la Comunidad eclesial.
• Universalidad: la misión que Cristo ha confiado a su Iglesia debe alcanzar los extremos confines de la tierra. No pertenece a un individuo, a una parroquia, a una diócesis, a un continente, sino al mundo entero.

Anastasio Gil García
Director Nacional de las OMP

Madrid, 16 de enero de 2013

1 comentario:

  1. La obra de la Infancia Misionera fue fundada en Nancy Francia en 1943, por el obispo francés Monseñor Carlos Augusto Forbin-Janson, motivado por las cartas y noticias de misioneros que le escribían, sobre todo desde China, contándole la difícil situación de los niños de ese país
    Santiago León González

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